EDUCACIÓN Y TRABAJO
Qué tema. Cuánta tinta ha
corrido con mención a esta cuestión fundamental para el desarrollo social y
económico de los pueblos en todo el mundo.
Cuán poca importancia se le
da desde los despachos oficiales.
La educación no es tenida en cuenta
respecto de su potencialidad para la capacitación del individuo en su proyecto
como ser integrado al trabajo y desde el trabajo en el proyecto social. Tan
poco se lo considera que solamente el problema salarial empantana todo el
proceso educacional.
Otra vez el problema salarial
que no es promovido por los docentes sino por ese retaceo mezquino con que se
los trata.
Recurrir a un paro no es un
acto deportivo ni de entretenimiento. Es un acto de lucha. Salir a la calle no
es un juego cuando salimos a luchar contra la injusticia. Es tan peligroso en
lo personal como lo son las injusticias para la vida de los pueblos en general.
Cuántas veces se vuelve a la
casa desalentado por la indiferencia reinante. La indiferencia de aquéllos por
quienes se lucha. Y la cuestión es no aflojar. La lucha de hoy significa que la
misma tenga que ser menos dolorosa, menos cruenta, mañana.
Los alumnos al no tener
conciencia de lo que se trata celebran que no haya clases. El docente no. Al
docente se le arranca el alma cuando piensa que perderá un día de clases,
porque sabe lo que eso significa.
El docente, como todo
ciudadano quiere vivir en un mundo mejor y por supuesto, sabe que en sus manos
está gran parte de esa responsabilidad.
Sabe que la base de la
armonía de un pueblo está en las posibilidades de que haya trabajo y educación
para todos.
Para que esto suceda es
menester dedicarle mucho tiempo a la enseñanza.
Ello implica tener que
despreocuparse de otros temas de carácter laboral, no andar buscando otro
empleo para poder llegar a fin de mes con la mesa completa para alimentar a su
familia.
La tarea del docente es un
trabajo que debe realizarse a conciencia.
Es tan importante como la de
un legislador, la de un juez o la de un ministro. Yo no la desmerecería frente
a la de un gobernador o de un presidente. Históricamente, un docente cobra un
salario menor que el 10% del de un legislador. Recuerdo que les decía a mis
alumnos, futuros docentes, “la patria está aquí, con nosotros trabajando, esto
que estamos haciendo es lo más importante que podemos hacer, no olviden que de
las aulas que estarán a nuestro cargo se estará formando un futuro presidente o
un futuro obrero, que deberán superar con su esfuerzo y sacrificio, y reparar
con generosidad espiritual, las pobrezas y las miserias, que no podamos
revertir nosotros”.
Nadie es más importante que
un maestro en el momento en que está frente a sus alumnos.
De él depende que estos
estudien para saber no sólo para aprobar. Que entiendan que el trabajo
dignifica. Que se formen como seres solidarios. Que reconozcan en el amor al
prójimo desde el amor a su familia como a los vecinos, a sus compañeros, a la Patria. Si esto no es prudente
y responsablemente presentado en la cotidianeidad educativa no se consigue
imponer como ejemplo de vida, nada más desde lo académico.
Las autoridades a esto lo
saben. Es lo que prometen desde las tribunas y se comprometen para que se las
elija. Pasada las elecciones, borrón y cuenta nueva. Pareciera que de un
momento para otro desaparece el problema, como por arte de magia.
Desde hace mucho tiempo los
salarios de los maestros han sido y son postergados, gobierno a gobierno.
Se habla del asunto con
ofertas ridículas que los irritan más que los serenan.
Empieza un nuevo período.
Se habla con grandilocuencia
que nadie ha hecho más, que nadie se ha ocupado del tema como las actuales
autoridades. Pero los que tenmos memoria sabemos que hubo un Presidente que sí
lo hizo y con un sentido dialéctico de la historia y con una gran pasión por la
educación y la salud de su pueblo. Fue el derrotado Doctor Illia, que no fue
vencido en sus convicciones, pero lamentablemente fue abandonado por quienes se
encargan de dividirnos para dominarnos.
Como ahora, sólo que ahora
nos estamos dividiendo por cuestiones que no encaramos dialogando sino tomando determinaciones a
contra pelo de las verdaderas necesidades.
La revolución educacional
será posible con maestros revolucionarios y con un gobierno que consciente de
ello se preocupe por atender los reclamos docentes, que para construir un
futuro próspero son insustituibles. No podemos pensar en la revolución social
sin una educación concordante con los principios que ello implica: LA DEMOCRACIA Y LA REPÚBLICA SON ADEMÁS DE
DOCTRINA UN COMPROMISO POPULAR Y NACIONAL.
Hoy los requerimientos para
el trabajo son muchos y complejos. Quienes tienen en sus manos la capacitación,
que no debe ser robótica sino la educación del hombre nuevo, deben ser mejor
tratados por los gobiernos que se precien de ser progresistas. Porque el
progreso no es por generación espontánea sino por educación.
por Pedro Aguer